3er de Pascua. Blanco.
Hech 8, 26-40; Sal 65, 8-9. 16-17. 20.
Evangelio según San Juan 6, 44-51
Jesús dijo a la gente: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: “Todos serán instruidos por Dios”. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.
Otra forma de presencia
Abrazar y dejar marchar. Esa es la alegría extraña con el Resucitado. Adivinar su rostro oculto en tantos rostros y vidas. Y al tiempo saber aceptar los ratos en que haya un poco más de sombra o en que ese rostro amado parece ausente. Porque su distancia no es definitiva, sino otra forma de presencia. María se siente contenta, porque sabe que el Dios vivo está en su corazón. Y nosotros nos sentimos dichosos, al intuir que Jesús, aún vivo, sigue latiendo en nuestros sueños, en nuestros ideales, en nuestras caricias y nuestros esfuerzos. Y sigue enviándonos a anunciar que su evangelio vence.
Entonces le reconoces en gestos que hablan de él. Y parece que una luz distinta ilumina todo. Le reconoces en las vidas compartidas, y en las caricias auténticas, en las palabras que se abren paso hasta llegar al corazón, y hablan de amor, de justicia, de esperanza. Le reconoces en la entrega gratuita. En la canción que te incendia por dentro. En el hombre golpeado que no se rinde. En la mujer que se sobrepone a la adversidad y sonríe con fe inquebrantable. Lo reconoces en las personas que viven bendiciendo (bien-diciendo)… bendiciendo a otros –que es hablar bien de otros…– Le reconoces en quien da (y se da).
Pastoral SJ