San José, esposo de la Virgen María. (S). Blanco.
2Sam 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88, 2-5. 27. 29; Rom 4, 13. 16-18. 22.
Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24a
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Jesucristo fue engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”.
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.
Enseñanos José
Enséñanos, José, cómo se es “no protagonista”, cómo se avanza sin pisotear, cómo se colabora sin imponerse, cómo se ama sin reclamar.
Cómo se obedece sin rechistar, cómo ser eslabón entre el presente y el futuro, cómo luchar frente a tanta desesperanza, cómo sentirse eternamente joven.
Dinos, José, cómo se vive siendo “número dos”, cómo se hacen cosas fenomenales desde un segundo puesto.
Cómo se sirve sin mirar a quién, cómo se sueña sin más tarde dudar, cómo morir a nosotros mismos, cómo cerrar los ojos, al igual que tú, en los brazos de la buena Madre.
Explícanos cómo se es grande sin exhibirse, cómo se lucha sin aplauso, cómo se avanza sin publicidad, cómo se persevera y se muere uno sin esperanza de un póstumo homenaje.
Cómo se alcanza la gloria desde el silencio, cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.
Dínoslo, en este tu día, buen padre José.