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Feria. Verde.
Éx 3, 1-6. 9-12; Sal 102, 1-7.

Evangelio según San Mateo 11, 25-27

Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Sabiduría ignaciana – «El que está en consolación piense cómo deberá actuar en la desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces»

En la vida, experimentamos una variedad de estados emocionales: momentos de felicidad y consuelo, así como tiempos de dificultades y desolación. Es importante reconocer que cada uno de estos estados tiene un propósito en nuestro crecimiento espiritual y emocional. San Ignacio nos aconseja considerar que en los momentos de consolación debemos tomar fuerzas para prepararnos para las épocas de desolación que seguramente llegarán en algún momento de nuestras vidas.

Cuando estamos en un estado de consolación, cuando todo parece estar en su lugar y nuestra alma está en paz, es fácil caer en la complacencia y olvidar que los desafíos pueden estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo, es en estos momentos de plenitud donde debemos aprovechar para fortalecernos y renovar nuestras energías.

En lugar de dejarnos llevar por la ilusión de que la felicidad y la comodidad serán eternas, debemos cultivar una mentalidad de preparación. Tomemos conciencia de que la vida es un constante fluir de altibajos, y que cada estado, tanto positivo como negativo, nos ofrece enseñanzas valiosas.

En los momentos de consolación, podemos cultivar hábitos espirituales que nos fortalezcan interiormente. Podemos profundizar en nuestra conexión con lo Dios, cultivar la gratitud por los regalos de la vida y nutrir nuestras relaciones significativas. También podemos aprender a apreciar plenamente los momentos de alegría y felicidad, sabiendo que son efímeros y que la vida nos desafiará en algún momento.

Al aprovechar las épocas de consolación para prepararnos internamente, nos volvemos más resilientes y capaces de enfrentar las dificultades con mayor fortaleza. Nos recordamos a nosotros mismos que somos capaces de encontrar la luz incluso en la oscuridad más profunda.

Javier Rojas, SJ.