Feria. San Jenaro. (ML). Verde/Rojo.
1Tm 3, 1-13; Sal 100, 1-3. 5-6.
Evangelio según San Lucas 7, 11-17
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Emociones y sentires
A veces queremos expresarnos y nos cuesta encontrar las palabras que nos digan, que comuniquen lo que nos pasa. Los emoticonos –virtualmente hablando– nos ayudan… Pero cuando todos usan los mismos estamos formateados.
Y lo más singular, lo más original de nuestra comunicación está en la misteriosa combinación de nuestros gestos, silencios y palabras. Las emociones y los sentimientos son un universo infinito, y combinados pueden revelar lo que queremos decir. Lo que el abecedario es al lenguaje, las emociones son al sentimiento… Se va armando con el aprendizaje.
Si me siento triste o alegre, entusiasmado o desanimado, enojado o contento, atraído o indiferente… es algo que no puedo elegir. Está allí y aparece como de repente. Sin anticiparse demasiado. Solo tengo que decidir qué hacer con eso y tomar partido: por la tristeza, por la alegría, por la violencia, por la paz… Y esa es una decisión que se piensa en la cabeza, se juega en el corazón y se define en nuestras manos.
Cuando las personas nos conocen nos pueden ayudar a expresarnos con mayor autenticidad. Nos hacen de espejos. Nos sacan palabras, con tirabuzón o con verdad-mentira, hasta descubrir lo que nos pasa. Pero tenemos que dar un paso más: conocer lo que sentimos y decirlo con sinceridad. Decirlo porque nos ayuda y decirlo porque hará un bien a los demás. Decirlo en el momento oportuno y a la persona indicada es un desafío nada fácil.
¡Inténtemoslo! cada vez que nos hacemos conscientes de lo que sentimos, decimos y hacemos somos más verdaderos y libres. Somos la mejor versión de nosotros mismos cuando no somos iguales a nadie. Cuando somos lo que expresamos.
Marta Porta, HNV.