20° durante el año. Verde.
Semana 4ª del Salterio.
Is 56, 1. 6-7; Sal 66, 2-3. 5-6. 8; Rm 11, 13-15. 29-32.
Evangelio según San Mateo 15, 21-28
Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”.
Ella respondió: “¡Y, sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó sana.
Puntos para tu oración
El crecimiento y la madurez humana comienza cuando podemos conocer y hacernos conscientes del mundo interior que nos habita. Muchas personas quieren triunfar en su vida logrando alcanzar sus metas, pero fracasan porque no tienen un conocimiento adecuado de sí mismas. El conocimiento de nuestras motivaciones, pasiones, deseos y necesidades pueden ser una fuente inagotable de potencialidad o pueden resultar un verdadero problema si las ignoramos o tratamos de negarlas. Jesús advirtió que lo que hace mal al hombre es lo que hay en su corazón. Allí está la fuente del amor y del perdón al igual que el origen de nuestras malas inclinaciones. El conocimiento de lo que habita en nuestro interior nos permite discernir lo bueno para potenciarlo y lo malo para transformarlo.
Nosotros, a veces, pedimos en nuestras oraciones que el Señor nos «socorra» también, pero sin percatarnos debidamente si lo que pedimos es realmente lo que necesitamos en verdad o es solo un capricho.
Javier Rojas, SJ.
Tu rutina
Tu rutina es un lugar privilegiado de encuentro con Dios. Cuando somos adolescentes tenemos grandes sueños para nuestra vida. Pensamos que no dejaremos de afrontar experiencias y aventuras durante mucho tiempo. Imaginamos la rutina como algo que hay que evitar y detestar. Sin embargo, luego llega la realidad y nos muestra que nuestra existencia es más común de lo que habíamos pensado en su momento. Nos levantamos de la cama a la misma hora, realizamos las mismas labores de siempre y nos encontramos con las mismas personas.
Quizás, la vida oculta de Jesús tenga algo que enseñarnos. Pasó la mayor parte de su existencia viviendo como uno más. De hecho, cuando comenzó su actividad pública sus paisanos no dejaban de asombrarse de que uno que nunca había llamado la atención ahora llamase tanto la atención.
Ahora bien, nuestra fe nos dice que toda la vida de Jesús es salvadora. Por tanto, nuestra vida más sencilla, por muy escondida que sea, si la vivimos con amor hacia Dios y hacia los demás, será lugar de encuentro con Jesús.
Espiritualidad ignaciana