Santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros. (MO). Rojo.
1Tm 3, 14-16; Sal 110, 1-6; Lc 7, 31-35.
(LS) Sb 3, 1-9; Sal 125, 1-6; Lc 9, 23-26.
Evangelio según San Lucas 7, 31-35
Dijo el Señor: ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron! Porque llegó Juan el Baut sta, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Tiene un demonio!”. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!”. Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.
Elegir nos hace libres
Hoy no está de moda elegir. Lo queremos tener todo y hacer todo en cada momento. Vivimos en la contradicción de que eligiendo perdemos libertad. ¡Cuando es todo lo contrario! Como somos libres, podemos elegir.
San Ignacio nos dejó un legado para afrontar estas elecciones y hacerlo de manera acorde al sueño que tiene Dios para nuestra vida. En ese momento de elegir pueden ocurrir tres situaciones.
La primera es que lo tengamos muy claro incluso antes de plantearnos alternativas: “sin dudar ni poder dudar”.
La segunda es cuando utilizamos la razón: nos imaginamos con ambas decisiones, qué poso nos dejan: consolación, desolación…
La tercera además de utilizar la razón necesitamos un tiempo prolongado y tranquilo: razones a favor y en contra, ¿qué le dirías a alguien que está en tu caso?… etc.
Sólo eligiendo y discurriendo podremos llegar a nuestros últimos días con el convencimiento de haber sido libres.
Espiritualidad ignaciana.