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San Pío X. (MO). Blanco.
Jc 2, 11-19; Sal 105, 34-37. 39-40. 43-44; Mt 19, 16-22.
(LS) 1Ts 2, 2-8; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Jn 21, 1. 15-17.

Evangelio según San Mateo 19, 16-22

Se acercó un hombre a Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos”. “¿Cuáles?”, preguntó el hombre. Jesús le respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El joven dijo: “Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?”. “Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.

Días grises

Hay días en que olvidas los motivos. El entorno se vuelve desierto árido, monótono.

Hay días en que lo cambiarías todo por una caricia.

Días en que calla la voz interior, cuando ni hacer el bien parece tener sentido, cuando el mundo resulta una causa perdida y el evangelio es un idioma incomprensible.

Días en que no te sientes hermano, ni amigo, ni hijo.

Días de escepticismo, en que el samaritano decide pasar de largo, Zaqueo no sube al árbol, y sólo sobrevive el joven rico. Días en que vencen los fantasmas interiores.

Pero no des demasiada cancha al drama.

Mira tu vida con desnudez benévola, respeta el desaliento, sin darle el cetro y la corona, y rescata la memoria de las causas, de la presencia, de la ilusión.

El samaritano sigue en marcha. Él también tiene días grises. Zaqueo espera un encuentro. El joven rico aún piensa en el camino que no eligió.

Y en lo profundo, más allá de fantasmas y demonios, late Dios.

José María Rodríguez Olaizola, SJ.