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De la feria.
Jer 20, 10-13; Sal 17, 2-7.

Evangelio según San Juan 10, 31-42

Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”.

Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.

Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: ‘Yo dije: Ustedes son dioses’? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra –y la Escritura no puede ser anulada– ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”.

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en él.

La esperanza es creer en un mañana mejor, porque cada nuevo día trae consigo nuevas posibilidades.

La esperanza es creer en un mañana mejor, porque cada nuevo día trae consigo nuevas posibilidades. Es esa certeza en el corazón que ilumina nuestro camino, incluso cuando todo a nuestro alrededor parece oscuro. Es esa fe inquebrantable en un futuro mejor, esa confianza en las posibilidades infinitas que cada nuevo día trae.

Desmond Tutu dijo una vez, ‘La esperanza es ser capaz de ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad. Es tener la certeza de que el mañana será mejor, y tener la apertura de corazón y mente para hacerlo realidad’. La esperanza no es un sentimiento, sino una elección. Es una decisión que viene de la confianza en la Luz, en medio de la oscuridad del desconcierto o insensatez. Es una decisión de creer en ese mañana que vendrá, incluso cuando el hoy parece abrumador.

¡Recuerda! Mantén viva la esperanza en tu corazón. Permítete creer en un mañana mejor, permítete soñar con nuevas posibilidades. Porque la esperanza es una convicción, una fuerza que te permitirá atravesar los momentos más oscuros.

Javier Rojas, SJ.
Camino de Cuaresma.
Una luz en el desierto – Parte 17.