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4to de Pascua. Blanco.
Hech 11, 1-18; Sal 41, 2-3; 42, 3-4.

Evangelio según San Juan 10, 1-10

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que trepa por otro lado, es un ladrón y un asaltante. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre, y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las saca del corral. Cuando ha sacado a todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús continuó: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; el que entre por mí se salvará. Podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”.

Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido la muerte

Ha resucitado, no está aquí, mirad el sitio en que lo pusieron (Mc 16, 6)
Hoy, al resucitar, dejaste tu sepulcro abierto como una enorme boca, que grita que has vencido a la muerte.

Ella, que hasta ayer era la reina de este mundo, a quien se sometían los pobres y los ricos, se bate hoy en triste retirada vencida por tu mano de muerto-vencedor. ¿Cómo podrían aprisionar tu fuerza unos metros de tierra?

Alzaste tu cuerpo de la fosa como se alza una llama, como el sol se levanta tras los montes del mundo. y se quedó la muerte muerta, amordazada la invencible, destruido por siempre su terrible dominio. El sepulcro es la prueba: nadie ni nada encadena tu alma desbordante de vida y esta tumba vacía muestra ahora que tú eres un Dios de vivos y no un Dios de muertos.

José Luis Martín Descalzo