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Misa a elección. 7° de Pascua. Blanco.
Santa Rita de Cascia, religiosa. (ML).
Hech 19, 1-8; Sal 67, 2-7.

Evangelio según San Juan 16, 29-33

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, los discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”. Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: Yo he vencido al mundo”.

Luces de Resurrección

Aprender a Amar bien. Aprender a amar es una virtud que se cultiva a través de la empatía, la compasión y la generosidad. Como creyentes, podemos encontrar inspiración en la resurrección de Jesús como fuente de amor y redención.

La resurrección de Jesús es un poderoso símbolo de vida renovada que nos muestra que el amor es más fuerte que la muerte. Como seguidores de Jesús, podemos vivir la experiencia de su resurrección en nuestras vidas cotidianas, compartiendo su amor con los demás.

El primer paso para practicar el arte de amar bien es reconocer que el amor no es solo un sentimiento, sino una acción intencional y comprometida hacia el bienestar de los demás.

El perdón y la reconciliación son actitudes fundamentales para aprender a amar bien. Jesús nos enseñó que el perdón es una herramienta poderosa para sanar relaciones rotas y construir puentes de amor y comprensión.

La resurrección de Jesús nos invita a ser agentes de esperanza en un mundo necesitado. Nos desafía a compartir su amor y compasión con aquellos que están marginados, oprimidos o sufren.

Amar bien implica ser pacientes y comprensivos, respetar la diversidad y valorar la dignidad de cada persona.

Javier Rojas, SJ.

Oración a Santa Rita de Casia

Bajo el peso del dolor, a ti, querida Santa Rita, yo recurro confiado en ser escuchado. Libera, te ruego, mi pobre corazón de las angustias que lo oprimen y devuelve la calma a mi espíritu, lleno de preocupaciones.

Tú que fuiste elegida por Dios como abogada de los casos más desesperados, obtén la gracia que ardientemente te pido (pedir la gracia que se desea).

Si mis culpas son un obstáculo para el cumplimiento de mis deseos, obtenme de Dios la gracia del arrepentimiento y del perdón mediante una sincera confesión.

No permitas que durante más tiempo yo derrame lágrimas de amargura.

Oh santa de la espina y de la rosa, premia mi gran esperanza en ti y en todas partes daré a conocer tu gran misericordia con las almas afligidas.

Oh, esposa de Jesús Crucificado, ayúdame a vivir bien y a morir bien.

Amén.