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Misa a elección. Feria. Verde. San Paulino de Nola, obispo. (ML). Blanco. Santos Juan Fisher, obispo, y Tomás Moro mártires. (ML). Rojo.
2Cor 11, 1-11; Sal 110, 1-4. 7-8.

Evangelio según San Mateo 6, 7-15

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Fuegos de Pentecostés – El don de piedad

El don del respeto. La piedad es un don divino que nos ayuda a desarrollar una relación profunda de amor y respeto hacia Dios y hacia los demás. A través de la piedad, somos inspirados a vivir nuestras vidas con profundidad y a servir a los demás con amor y compasión.

El don de piedad es el que nos capacita para amar a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Este don maravilloso puede traducirse como “respeto” o “consideración”, hacia lo que es sagrado. Cuando cultivamos la piedad, nos damos cuenta de que nuestra vida tiene un propósito más allá de nosotros mismos, y nos enseña a conectarnos más con el mundo y con las personas que nos rodean.

La piedad también nos ayuda a encontrar consuelo y paz en los momentos difíciles de nuestra vida. En lugar de castigarnos o condenar a los demás, la piedad nos ofrece la fortaleza y la compasión necesaria para sobrellevar esas situaciones porque nos ayuda a aceptar las situaciones difíciles como instancias para crecer y madurar.

El don de piedad es el que nos recuerda constante de que nuestras vidas tienen un propósito, que tenemos que ser amables con nosotros mismos y compasivos con los demás si queremos ser verdaderamente felices. Cuando cultivamos la piedad, podemos vivir una vida plena y significativa, llena de amor, compasión y servicio hacia los demás.

Javier Rojas, SJ.