Feria. Verde.
1Tm 6, 3-12; Sal 48, 6-10. 17-20.
Evangelio según San Lucas 8, 1-3
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
La verdad avinagrada
Cuando escucho a alguien que dice que él ha tenido tales o cuales problemas «por decir la verdad», siempre me quedo con ganas de preguntarle: «¿Por decir la verdad o por decirla avinagrada?». Y es que la mayoría de los que presumen de andar por el mundo con las verdades en la boca, lo que nunca te explican es que eso de herir a los demás con sus verdades les encanta. Y que no dicen la verdad porque la amen, sino porque se aman a sí mismos o, para ser más exactos, porque les entusiasma aplastar a los demás debajo de sus verdades.
Y es que una verdad mal dicha es media verdad. Y una verdad avinagrada tiene altísimas probabilidades de ver cerradas las puertas de la comprensión de los oyentes, pero no por lo que tiene de verdad, sino por lo que lleva de vinagre.
(…) Es cierto, por ejemplo, que «todo puede decirse». Y no lo es que haya verdades que mejor es callarse. Todo puede decirse… siempre que se sepa decir. Siempre que se ame lo suficiente a la verdad y a la persona a quien se la decimos que se embadurne de caridad y de cortesía.
(…) Y puede asegurarse que de cada diez veces que una verdad es rechazada, tal vez dos o tres lo sea porque quien la escucha no quiere recibirla, pero ocho al menos lo es porque quien la dice trata de imponerla por la fuerza o de manejarla sin el suficiente amor. Una verdad tiene que encontrar el «momento» para ser dicha; el «tono» en que es servida; el «tiempo» necesario para dejarla que madure en el alma del oyente; la «sonrisa» que le sirva de introductora.
Ha de conseguir, sobre todo, aquello que decía Bernanos: «Hay que atreverse a decir la verdad entera, es decir, sin añadirle el placer de hacer daño.»
José Luis Martín Descalzo.
Razones desde la otra orilla.