Santa Cecilia. (MO). Rojo.
2M 7, 1. 20-31; Sal 16, 1. 5-6. 8. 15; Lc 19, 11-28.
(LS) Os 2, 16b. 17b. 21-22; Sal 44, 11-12. 14-7; Mt 25, 1-13.
Evangelio según San Lucas 19, 11-2
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. Les dijo: “Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: ‘Háganlas producir hasta que yo vuelva’. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: ‘No queremos que éste sea nuestro rey’. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más’. ‘Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades’. Llegó el segundo y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más’. A él también le dijo: ‘Tú estarás al frente de cinco ciudades’. Llegó el otro y le dijo: ‘Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado’. Él le respondió: ‘Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses’. Y dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más’. ‘¡Pero, señor –le respondieron–, ya tiene mil!’. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”. Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Una vida intensa
No es más fuerte quien no llora,
o quien no tiembla,
o quien no vacila.
No es más fuerte quien más grita
o quien menos duda.
No es más fuerte quien golpea con más contundencia.
Es fuerte quien está dispuesto a arriesgarse,
aunque en el camino el corazón
se le atraviese una y mil veces.
Quien se atreve a hablar en tiempos de silencio.
A ser tenido por idiota
por aventurarse a amar sin medida.
Porque quien así vive y actúa no tendrá mucho descanso,
pero sí una vida intensa, y apasionante,
y apurará la humanidad en sí mismo y en los otros.
Pastoral SJ.