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1° Viernes de Cuaresma. Morado.
Ez 18, 21-28; Sal 129, 1-8.

Evangelio según San Mateo 5, 20-26

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

La esperanza es lo que nos impulsa a seguir adelante. No pierdas la esperanza, porque cada día es una nueva oportunidad para crecer

La esperanza es lo que nos impulsa a seguir adelante, es el motor que nos mueve a pesar de los obstáculos y desafíos. Ella representa la chispa divina que enciende nuestra decisión y nos confiere la fuerza para perseverar. No dejes escapar la esperanza, ya que cada jornada se revela como una nueva opción para crecer, aprender y perfeccionarnos. Cada inicio del día lleva consigo la promesa de una oportunidad renovada, una ocasión para abordar las cosas de manera distinta y mejorarlas.

En palabras de Plinio el Viejo, quien expresó que ‘la esperanza es el pilar que sostiene el mundo’, se nos insta a recordar que la esperanza es esencial para nuestra existencia. Constituye el fundamento sobre el cual construimos nuestras vidas, el sostén que nos mantiene firmes en momentos adversos. Sin esperanza, nos desmoronamos; con esperanza, alcanzamos alturas.

Por lo tanto, sea cual sea el desafío que enfrentes, no dejes que se desvanezca la esperanza. Mantén la fe en ti mismo, en tus aspiraciones, en tu capacidad para evolucionar y transformarte. Pues la esperanza es más que un simple sentimiento; es una elección, una resolución de creer en las posibilidades, en ti mismo y en un futuro más promisorio. Esa esperanza, esa fe inquebrantable, es lo que verdaderamente sostiene el mundo.

Javier Rojas, SJ.
Camino de Cuaresma.
Una luz en el desierto – Parte 5.