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De la Feria. 7° de Pascua. Blanco.
Hech 20, 17-27; Sal 67, 10-11. 20-21.

Evangelio según San Juan 17, 1-11a

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, orando así: Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Ésta es la Vida eterna: Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: Ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.

Cuento contigo

Cuento contigo, me dices cuando me envías y sigues andando.
Cuento contigo para que lleves mi Reino que también es para ti.
Cuento contigo hasta con tus sorderas, cegueras y parálisis.
Cuento contigo porque quiero necesitarte… es mi modo de ser Mesías.

Cuento contigo para que, aunque mojado y con miedo, juntos caminemos sobre el agua.
Cuento contigo porque necesito tus redes vacías para seguir pescando.
Cuento contigo para que cuando no sepas que decir me sigas anunciando.

Cuento contigo para que desde tu perplejidad brote una nueva mirada contemplativa.
Cuento contigo para que entre tanta pasión volvamos a resucitar.
Cuento contigo porque las pobrezas y exclusiones nos duelen cada vez más.
Cuento contigo para que en las fronteras vibren y latan tu vida y la mía.

Marcos Alemán, SJ.

Oración a Santa Rita de Casia

Bajo el peso del dolor, a ti, querida Santa Rita, yo recurro confiado en ser escuchado. Libera, te ruego, mi pobre corazón de las angustias que lo oprimen y devuelve la calma a mi espíritu, lleno de preocupaciones.

Tú que fuiste elegida por Dios como abogada de los casos más desesperados, obtén la gracia que ardientemente te pido (pedir la gracia que se desea).

Si mis culpas son un obstáculo para el cumplimiento de mis deseos, obtenme de Dios la gracia del arrepentimiento y del perdón mediante una sincera confesión.

No permitas que durante más tiempo yo derrame lágrimas de amargura.

Oh santa de la espina y de la rosa, premia mi gran esperanza en ti y en todas partes daré a conocer tu gran misericordia con las almas afligidas.

Oh, esposa de Jesús Crucificado, ayúdame a vivir bien y a morir bien.

Amén.