Misa a elección. De la feria. Verde. Santa María, auxilio de los cristianos.
Sant 5, 9-12; Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 11-12.
Evangelio según San Marcos 10, 1-12
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?».
Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?». Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Espíritu de confianza
Que no… que no puedo, no insistas.
Si es que no merece la pena, siempre termina igual.
Me conozco bien, sé que estoy solo y que no puedo permitirme sufrir más.
¿Para qué voy a empezar si no va a dar en nada? No hay ninguna expectativa…
Nada, que todo acabó, que estoy vencido.
Claro que lo intenté, y acabé recorriendo los caminos del mundo noche y día, siempre perdido.
No fueron suficientes mis capacidades, ni mis esfuerzos… ni siquiera mis grandes éxitos.
¿En qué podré confiar entonces? Ya todo acabó…
Si no es el miedo lo que me paraliza, es sólo pena lo que me motiva…
¿Un reino de amor desinteresado, de paz, de justicia, de felicidad compartida?
¡¡Ya me gustaría!! Claro que siento ese anhelo profundo… pero ¿para qué escucharlo?
Ya perdí bastante de mi tiempo con eso…
Ya peleé esas batallas, ya aprendí a perder, a que no se me escuchase…
¿Otra vez? Con lo mal que acabó las anteriores veces…
¿Que me ponga en camino de nuevo? Pero, ¿hacia dónde?
Oye… sabes que estoy lleno de miedos, y que por mis fuerzas no seré capaz…
¿Tú serás mi apoyo? ¿Tú serás mi consuelo? ¿Y mi refugio o la luz que me guíe?
Como no me ayudes con mi fe y no me des fuerzas, yo no lo consigo… no.
Está bien, tiene sentido…
Es posible que vaya siendo tiempo de confiar…
Pero es que… ¡¡No!! Se acabaron los ‘peros’…
Sí, tienes razón… Algo por dentro me dice que esta vez sí.
Algo me dice que siempre mereció y merecerá la pena.
Por ti, ¡¡me lanzo!!
Fonfo Alonso-Lasheras, SJ.
Oración a María Axuliadora
¡Oh María Virgen poderosa! Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia. Tú, Auxiliadora del pueblo cristiano. Tú, terrible como un ejército en orden de batalla. Tú, que sola destruyes los errores del mundo, defiéndenos en nuestras angustias, auxílianos en nuestras luchas, socórrenos en nuestras necesidades y en la hora de la muerte recíbenos en el eterno gozo.
Amén