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Feria. Verde. San Francisco Solano. (MO). Blanco.
Éx 14, 5-18; [Sal] Éx 15, 1-6.

Evangelio según San Mateo 12, 38-42

Algunos escribas y fariseos dijeron a Jesús: “Maestro, queremos que nos hagas ver un signo”. Él les respondió: “Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón”.

Sabiduría ignaciana – «La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y sean operaciones puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad».

En el camino de la vida, la oración preparatoria que propone San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, se convierte en nuestra brújula divina, guiándonos hacia el propósito más elevado y la comunión con la divina majestad de Dios nuestro Señor.

Es en ese instante sagrado en el que nos disponemos con humildad y sinceridad para pedir Su gracia, donde encontramos el poder transformador de la conexión con lo divino. La oración es el cimiento de una vida plena y significativa.

La oración preparatoria nos insta a presentar nuestras intenciones y acciones ante la presencia de Dios. En este diálogo sagrado, ofrecemos nuestros sueños, deseos y anhelos más profundos, buscando discernir lo que Él quiere para nosotros.

A través de la oración, encontramos claridad y fortaleza en tiempos de incertidumbre, y recibimos el coraje para enfrentar los desafíos de la vida con esperanza y fe inquebrantable.

Cuando nuestras acciones están ordenadas en servicio y alabanza a la divina majestad, experimentamos una transformación interna que trasciende los límites de nuestro ser. Nuestra existencia se convierte en un testimonio viviente de amor y compasión, irradiando luz en la oscuridad y tocando las almas de aquellos que nos rodean.

La oración no es simplemente una herramienta para pedir favores; es un puente que nos conecta con lo sagrado. Nos capacita para escuchar la voz de Dios en el silencio, para sentir Su presencia en cada latido de nuestro corazón y para ver Su amor en cada rincón del mundo. Encontramos paz en medio del caos, consuelo en tiempos de aflicción y dirección cuando nos sentimos perdidos.

Javier Rojas, SJ.