Misa a elección. III de Pascua. Blanco. San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia. (ML). Blanco.
Hech 8, 1b-8; Sal 65, 1-3a. 4-7a.
Evangelio según San Juan 6, 35-40
Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquél que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.
Vía Lucis
Duodécima estación: Jesús entrega a pedro el pastoreo de sus ovejas
Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. (Jn 21,15-17)
Aún nos faltaba un gozo: descubrir tu inédito modo de perdonar. Nosotros, como Pedro, hemos manchado tantas veces tu nombre, hemos dicho que no te conocíamos, hemos enrojecido ante el «horror» de que alguien nos llamara «beatos», nos hemos calentado al fuego de los gozos del mundo. Y esperábamos que, al menos, tú nos reprenderías para paladear el orgullo de haber pecado en grande. Y tú nos esperabas con tu triste sonrisa para preguntar sólo: «¿me amas aún, me amas?», dispuesto ya a entregarnos tu rebaño y tus besos, preparado a vestirnos la túnica del gozo.
Oh Dios, ¿cómo se puede perdonar tan de veras? ¿Es que no tienes ni una palabra de reproche? ¿No temes que los hombres se vayan de tu lado al ver que se lo pones tan barato? ¿No ves, Señor, que casi nos empujas a alejarnos de ti sólo por encontrarnos de nuevo entre tus brazos?
José Luis Martín Descalzo.