La Santísima Trinidad. (S). Blanco.
Deut 4, 32-34. 39-40; Sal 32, 4-6. 9. 18-20. 22; Rom 8, 14-17.
Evangelio según San Mateo 28, 16-20
Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado.
Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
Puntos para tu oración
La Santísima Trinidad es más que un concepto o una fórmula teológica que aprendimos en
el catecismo. La Santísima Trinidad es comunión de amor y de entrega mutua. Dios es vida compartida. Es relación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El hijo se hizo hombre, se encarnó para estar con nosotros. Jesús es el abrazo del Padre, lleno de ternura y compasión, que se manifestó al mundo. Él nos enseñó que su Padre, nuestro Padre, es misericordioso.
La Santísima Trinidad también es comunicación. Es la palabra de aliento que consuela al que está triste y desamparado. Es fuerza y cercanía de quien ha perdido la fe y la esperanza. Dios no es solitario. No está encerrado en sí mismo. No se desentiende del mundo. No mira
ni observa desde el cielo, como si estuviera vigilándonos, para castigarnos si cometemos algún pecado. La Santísima Trinidad es comunión y comunicación de amor, del cual participamos por la acción del Espíritu Santo.
Jesús nos envió al Espíritu para que se quedara con nosotros para siempre. Es quien nos recuerda lo que Jesús nos enseñó, quien nos explica las escrituras y el que nos hace llamar a Dios, Padre.
Javier Rojas, SJ.
Encuentros
Ser uno mismo y estar en los otros.
Vivir en una soledad poblada.
Forjar vínculos indestructibles.
Abrazar sin invadir.
Amar sin anular.
Comunicar sin agotar.
Ser uno mismo
Ser nosotros.
Crear mundos,
inspirar sueños,
restañar heridas.
Desplegar la vida
en el tiempo.
hablar en el trueno
y el susurro,
ser batalla sin muertos.
Somos imagen
del Dios de los encuentros.
Tanto amor no cabía
en una única forma
de ser Dios.
José María Rodriguez Olaizola, SJ.