Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María. (MO). Blanco.
Éx 16, 1-5. 9-15; Sal 77, 18-19. 23-28; Mt 13, 1-9.
(LS) Ecle 44, 1. 9-15; Sal 131, 11. 13-14. 17-18; Mt 13, 16-17.
Evangelio según San Mateo 13, 16-17
Jesús dijo a sus discípulos: «Felices los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, poque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».
Sabiduría ignaciana – «El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante».
Esta afirmación de San Ignacio nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado del amor. En un mundo que a menudo se centra en el individualismo y la autosuficiencia, esta expresión nos recuerda que el amor es un viaje compartido, un intercambio mutuo que enriquece y fortalece la relación entre dos personas.
El amor genuino no puede existir en una dirección unidireccional, sino que florece cuando ambas partes están dispuestas a dar sin esperar recompensas, y a recibir con y humildad. Es como un río de afecto que fluye libremente en ambas direcciones, nutriendo los corazones de cada uno con sus aguas de comprensión, apoyo y cariño.
Cuando nos damos cuenta de que el amor no es solo una entrega desinteresada, sino también una aceptación profunda del otro tal como es, nos liberamos del egoísmo y la necesidad de control. En lugar de buscar solo satisfacer nuestras necesidades, aprendemos a valorar y respetar las necesidades del otro, y juntos construimos un vínculo más fuerte y significativo.
Este mensaje nos invita a ser honestos con nosotros mismos y con las demás personas, a comunicar nuestros sentimientos y pensamientos de manera abierta y sincera. La comunicación efectiva nos permite entender las expectativas y aspiraciones del otro, lo que fortalece la conexión emocional.
Si estamos dispuestos a dar y recibir en equilibrio, experimentaremos un amor más profundo y significativo, un amor que perdura y florece a lo largo del tiempo. No olvidemos que el amor es un regalo que se multiplica cuando se comparte.
Javier Rojas, SJ.
Oración por los abuelos
Señor Jesús: Tú naciste de la Virgen María, hija de San Joaquín y Santa Ana. Mira con amor a los abuelos de todo el mundo. ¡Protégelos! Son una fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad. ¡Sosténlos! Que, cuando envejezcan, sigan siendo para sus familias pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de los nobles ideales hogareños, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas.
Haz que sean maestros de sabiduría y valentía; que transmitan a las generaciones futuras los frutos de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad a valorar la presencia y el papel de los abuelos. Que jamás sean ignorados o excluidos, sino que siempre encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante todos los años de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes, cuida constantemente a los abuelos. Acompáñalos durante su peregrinación terrena y, con tus oraciones, haz que todas las familias se reúnan un día en nuestra patria celestial, donde esperas a toda la humanidad para el gran abrazo de la vida sin fin. Amén.