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8° semana T.O. Misa a elección. De la Feria. Verde. San Agustín de Cantorbery, obispo (ML). Blanco.
Pe 1, 3-9; Sal 110, 1-2. 5-6. 9 y 10c.

Evangelio según San Marcos 10, 17-27

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».

Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».

Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!».

Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».

Espíritu de encuentro

Siempre me han sorprendido eso inmensos tapices que representan grandes paisajes o escenas de la historia de la humanidad. Son imágenes que parecen estuvieran vivas o a punto de ponerse en movimiento. Y me maravilla pensar en esos artesanos que con gran maestría han ido entretejiendo con paciencia y mucho dedicación miles de hilos para formar esas imágenes que parecen pintadas a mano.

Hoy día estamos acostumbrado a ver productos realizados por tejedoras industriales que hacen en serie miles de productos en un día. Pero los tapices artesanales no son así. Cada uno tiene algo único, tiene un ‘alma’. No son simples copias, no hay un tapiz igual al otro. Como los seres humanos: cada uno es único e irrepetible.

También cada uno de los hilos que forma esa imagen es distinto. Y esto es indispensable para formar el tapiz. Si todos los hilos fueran iguales, no habría posibilidad de expresar una imagen. Y tampoco se puede cortar un hilo sin que afecte la imagen del tapiz, cada uno aporta lo más propio que ningún otro puede dar. Al mismo tiempo, si se corta un hilo corre peligro todo el entramado de deshilacharse y deshacerse. La fortaleza del tejido se da por la presencia de cada uno de los hilos que la conforman y el modo en que se entrelazan.
Todo esto y mucho más es lo que tiene el tejedor en su mente, en su corazón y en sus manos, cada vez que se sumerge en su arte. Descubrimos en él, el arte de forjar la unidad en la diversidad. De este modo, forma un tapiz que presenta bellamente una imagen que cautiva a quien la contempla.

Los tapices y las comunidades tienen mucho en común. ¡Cuánta necesidad tenemos en este tiempo de forjadores-tejedores de comunidad! Hoy más que nunca, estamos urgidos de artesanos que sean constructores de relaciones, de nuevos tejidos comunitarios. Hombres y mujeres que, al modo de Dios, tejan con arte y paciencia, una relacionalidad que fortalezca la comunidad. Y así, poder formar el rostro misericordioso del Padre.

Facundo Fernández Buils