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San Juan, apóstol y evangelista. (F). Rojo.
1Jn 1, 1-4; Sal 96, 1-2. 5-6. 11-12.

Evangelio según San Juan 20, 2-9

El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Preguntas frente al Pesebre

Se dice que Navidad es un tiempo propicio para que puestos frente al Niño, mirándolo, podamos preguntarnos ¿cómo llego a esta Navidad? ¿Qué ha sido mi vida este año? ¿En qué he ganado, en qué he crecido, en qué he perdido o en qué me he estancado? Pueden ser preguntas que nos ayuden a hacer una especie de balance sobre todo desde el agradecimiento.

Hacernos estas preguntas no es para reprocharnos, sino para frente a Dios primero agradecer y por otro lado si hay cosas para corregir, también nos hace bien.

En este tiempo se nos van juntando los recuerdos lindos de infancia, los recuerdos de los que ya no están, nuestras ganas de ser más buenos y la pena de a veces tener la sensación de que seguimos igual. Se nos junta el cariño de los que queremos y quizás también se note lo que permitimos durante el año que quede sin resolverse y en discordia. Se nos junta el deseo de tener a Jesús en el corazón y quizás la tristeza de haberlo exiliado de nuestras vidas.

En definitiva, la pregunta es ¿qué nos ha quedado entre las manos y el corazón? Bernanos hablaba del dulce milagro de las manos vacías. ¿Por qué vacías? Puede ser que estén vacías porque lo dimos todo y entonces agradecer al Señor, o porque sentimos que no hicimos nada duradero que nos fuimos en hojas y no dimos frutos y en ese caso humildemente pedir perdón y ofrecerle esas manos al Señor para que las bendiga y las llene de semillas de amor y nos anime a salir a sembrar una vez más empecinadamente.

El Padre Eduardo Casas dice que Navidad es un tiempo lindo para sentarnos frente al pesebre y revisar ese territorio de sueños que es nuestro corazón.

En este tiempo mi memoria saca cuentas de lo que he
soñado y de lo que deseado.

Recuerdo que alguno me dio agua para que no dejara de
soñar bajo el arduo sol del lento y solitario camino.
También hay quien me atropelló los sueños y los rompió
en pedazos. No importa, aquí estoy recomponiendo mi
bandera, tratando de encontrarme y de ser fiel a mí mismo y a
mis esperanzas.

Otras veces, persiguiendo mis propios sueños, empujé sin
ver los sueños de los demás, sin detenerme en ayudarlos a
recomponer lo que mi torpeza acaba de derrumbar….

Hay tardes en que subo a la colina y lanzo mis sueños,
soplándolos al aire para que vuelen, se esparzan y vivan…
Hoy quisiera saludar a todos aquellos que transitan mi
territorio de sueños.

Vos estás ahí… Por algo será. ¡Gracias!
Que en estos días encontremos esos ratitos, quizás no largos pero sí exclusivos para el Señor, de ponernos frente al pesebre y animarnos a hacernos estas preguntitas: ¿Cómo llego a esta Navidad? ¿Qué ha sido mi vida este año? ¿En qué he ganado, en qué he crecido, en qué he perdido o en qué me he estancado? Y también revisar de a poco mi capacidad de soñar para que frente al Niño podamos renovar el espíritu. Se los deseo y me deseo.

Ángel Rossi, SJ.