San Agustín. (MO). Blanco.
1 Ts 1, 1-10; Sal 149, 1-6. 9; Mt 23, 13-22.
(LS) 1Jn 4, 7-16; Sal 118, 9-14; Mt 23, 8-12.
Evangelio según San Mateo 23, 13-22
Jesús habló diciendo: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno del infierno que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: “Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale”! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: “Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por laofrenda que está sobre el altar”. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrendao el altar que hace sagrada esa ofrenda? Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por Aquél que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por Aquél que está sentado en él.
Oración del convertido
¡Oh Dios, creador de todas las cosas!
Concédeme primero el don de saber pedirte;
después, el de hacerme digno de ser escuchado,
y, finalmente, el de ser libre.
¡Escucha, escucha, escúchame,
oh Dios mío!, Padre mío,
causa mía, esperanza mía,
posesión mía, honor mío,
mi casa, mi patria,
mi salud, mi luz
y mi vida.
¡Escucha, escucha, escúchame,!
de esa manera tuya, de tan pocos conocida.
Ya sólo te amo a ti,
sólo te sigo a ti,
sólo te busco a ti,
y sólo a ti estoy dispuesto a servir,
porgue eres el único que tiene derecho a mandar,
y a ti sólo deseo pertenecer.
Dame órdenes, te lo ruego;
Sí, mándame lo que quieras,
pero sáname antes y abre mis oídos
para que pueda oír tu voz.
Sana y abre mis ojos
para que pueda ver las indicaciones de tu voluntad;
aparta de mí la ignorancia,
para que te conozca.
Dime adonde tengo que mirar para verte,
y confío en que cumpliré fielmente, todo lo que me mandes
Amén, amén.
San Agustín.
(Soliloquios 1, 1, 2.4-5).