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De la Feria. Verde.
Pe 2, 2-5. 9-12; Sal 99,1b-2. 3. 4. 5.

Evangelio según San Marcos 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.

Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!»

Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»

Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama.»

Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»

Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.»

En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Espíritu de humor

Si lo pruebas te cambia la vida. El lugar donde seguro habita Dios. El mejor regalo. Produce contagio y atracción. El síntoma evidente de una vida sanada. Lo que tiñe de confianza y seguridad a todo el que está alrededor. La opción para que los demás respiren, descansen. Abre brechas que acercan a Jesucristo. Requisito imprescindible es que ensanche horizontes, que sea compartido con otros y que, en ocasiones, te lo apliques a ti mismo. Acompaña a toda persona abierta que afronta el futuro con espaldas anchas donde caben otros. El termómetro del tiempo entregado, de un precio que se paga consciente, de una cruz bien llevada y que puede liberar a muchos. El lenguaje de la novedad, la oferta irrenunciable y, quizás, el desafío más necesario: recordar al mundo que Padre se dice sonriendo, que Hijo se pronuncia riendo y que es el rastro indiscutible de un Espíritu que solo puede ser Santo.

Íñigo Alcaraz.