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Sagrada Familia de Jesús, María Y José. (F). Blanco.
Gn 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3; Sal 104, 1-6. 8-9; Hb 11, 8. 11-12. 17-19; Lc 2, 22-40 (más breve: Lc 2, 22. 39-40).

Evangelio según San Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».

María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.

Oración a la Sagrada Familia

Señor Jesús, vos viviste en una familia feliz, hace de cada casa
una morada de tu presencia, un hogar cálido y dichoso, que
venga la tranquilidad a todos sus miembros, la serenidad a
nuestros nervios, el control a nuestras lenguas, la salud a nuestros
cuerpos. Que los hijos sean y se sientan amados y se alejen de ellos
para siempre la ingratitud y el egoísmo. Inunda Señor, el corazón
de los padres de paciencia y comprensión y una generosidad sin
límites. Extende Señor, un toldo de amor para cobijar y refrescar,
cantar y madurar a todos los hijos de la casa, danos el pan de
cada día y aleja de nuestra casa el afán de exhibir, brillar y
aparentar, líbranos de las vanidades mundanas y de las
ambiciones que inquietan y roban la paz, que la alegría brille en
los ojos, la confianza abra todas las puertas, la dicha resplandezca
como un sol, sea la paz la reina de cada hogar y la unidad su
sólido entramado. Te lo pedimos a vos, Jesús, que fuiste un hijo
feliz en el hogar de Nazareth junto a María y José.