¿Quién no conoce a alguien a quien quisiera, con un gran sentimiento de impotencia, poder ayudar más? Y viceversa, ¿cuántos de nosotros nos guardamos nuestros pesares para no preocupar a los demás y aparentamos estar bien?
Pues bien, aunque siempre hay excepciones, no descubro América si digo que la mayoría de nosotros nos preocupamos por los demás, queremos echar un cable cuando se pueda, dar apoyo y rezar unos por otros. Pero ay… ¡qué difícil es muchas veces dejarse ayudar!
Hace tiempo leí en un artículo que si quieres ganarte a alguien, pídele un favor. Y es que ya no solo por uno mismo, dejarse ayudar, de verdad, ayuda al prójimo. O dicho de mejor manera: «Dejarse ayudar supone un nivel espiritual muy superior al del simple ayudar. Porque si ayudar a los demás es bueno, mejor es ser ocasión para que los demás nos ayuden. Sí, lo más difícil de este mundo es aprender a ser necesitado.» (Sendino se muere, Pablo d’Ors)
Lucía Platero.
Pastoral SJ.