En medio de una sociedad tan polarizada como la nuestra se vuelve muy necesario rescatar el espíritu de la duda. Hay que dudar. Y no solo de los demás. También hay que dudar de nosotros mismos, de nuestras convicciones. A veces, a los que dudamos se nos tacha de insípidos por no tenerlo siempre todo claro, o por no aparentar radicalidad en ninguna de nuestras acciones. Muchos creen que no tenemos sangre en las venas, o que nada nos importa lo suficiente como para posicionarnos.
Creo que es importante posicionarse. Algunas cosas hay que tenerlas claras en la vida para construir nuestras casas sobre roca firme. Sin embargo, creo que esos principios fundamentales e indispensables son pocos y no suelen ser el centro de nuestras conversaciones corrientes. No sé vosotros, pero yo con mis compañeros de trabajo no hablo de lo que es el amor o de si creo o no en la vida eterna cuando nos juntamos quince minutos en el descanso. Pero sí hablo de fútbol, de política, de aficiones… y casi siempre me da la impresión de que ellos saben más que yo de todo. Tienen claro qué equipo de fútbol tiene que ganar porque es el mejor; critican al partido político que lo hace todo mal y halagan al que no comete fallos nunca; sentencian que salir a correr es la única y la mejor forma de desconectar de la rutina porque uno se oxigena, mueve todo el cuerpo y descarga adrenalina…
Es muy necesario tomar decisiones de manera consciente. Está muy bien tener motivos para votar a un partido y no a otro, o encontrarle más sentido a salir a correr que a sentarse a ver la tele para desconectar. Pero eso no significa que los que voten a otro partido que no es el tuyo, o los que decidan pasar su tiempo libre tumbados en el sofá tragándose lo que sea que les echen no tengan también sus motivos para hacerlo. Y son igual de legítimos que los tuyos.
Me parece que es muy importante no creerse en posesión de la verdad de nada. Y esto no significa caer en el relativismo del ‘todo vale’, porque para los que nos decimos cristianos, no todo vale. Los seguidores de Jesús tenemos una manera concreta de pasar por el mundo. Significa tener la humildad necesaria para reconocer que allá donde haya humanos, habrá limitación. Y por tanto, en todo habrá lagunas. Nada será perfecto. Pero en todo habrá algo bueno.
Se trata de estar dispuestos a dialogar y caminar juntos, compartiendo dudas e inquietudes. Hay que hacer camino, no deshacerlo.
Isabel Ferrando