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San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.
Hech 11, 19-26; Sal 86, 1-7.

Evangelio según San Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los Judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa».

Luces de Resurrección

Vivir con gratitud. Aprender a vivir con gratitud en la vida cotidiana es una de las actitudes más bellas para cultivar desde de la resurrección de Jesús. La gratitud nos permite ver la vida de una manera nueva, más positiva y agradecida. Cuando aprendemos a vivir desde el don de la gratitud, nos enfocamos en las cosas buenas que tenemos y en las bendiciones que Dios nos ha dado, en lugar de centrarnos en lo que nos falta o nos preocupa.

La gratitud nos ayuda a ser más conscientes de las cosas buenas que nos rodean y nos permite disfrutar de ellas de una manera más plena. Cuando vivimos así, aprendemos a valorar las pequeñas cosas de la vida y a apreciar los momentos de felicidad. ¿Cómo practicar la gratitud para acrecentarla en nuestra vida?

Una manera es enfocarse en lo positivo y centrarse en las cosas por las que estamos agradecidos. Ante la tentación de quedar enroscados en lo negativo, debemos buscar lo bueno y agradable. Otra forma es prestar atención al momento presente y centrarnos en cada detalle de lo que hacemos, disfrutando de ese tiempo. De esta mañanera evitaremos “divagar” en pensamientos que terminan enredándonos en sentimientos pasados o en fantasías futuras.

Y, por último, vivir con gratitud implica ser agradecido con las personas que nos rodean y reconocer el impacto positivo que tienen en nuestras vidas. Agradecer a Dios y a las personas que nos aman y nos apoyan es una forma importante en nuestra vida, de esta manera podemos reconocer que esas relaciones nos fortalecen y nos hacen bien.

Recuerda: enfocarnos en lo bueno, apreciar los pequeños momentos y agradecer a los demás su amor.

Javier Rojas, SJ.

Novena a Nuestra Señora de los Milagros: «Madre,ayúdanos a ver nuevas todas las cosas en Cristo».

Día 3: Perdón

«El perdón es el acto de libertad por excelencia. Perdonar no es negar, borrar u olvidar el daño o la herida que sufrimos, sino dejar de estar atados a quién lo produjo. Al perdonar nos liberamos del agresor y de su ofensa, para vivir en libertad interior. El perdón nos aleja de aquello que nos producía dolor para reanudar nuestra vida hacia otro horizonte. Pedir perdón es un gesto de grandeza y humildad, que nos ayuda a reconocer el error cometido y el daño infringido.
Pedir perdón a los demás significa aceptar nuestra fragilidad y la imperfección de nuestros actos. Recibir el perdón es un gesto de amor, un acto de valentía y de generosidad hacia nosotros. Cuando alguien nos regala su perdón muestra comprensión, compasión y misericordia hacia nuestras miserias. El perdón nos limpia la mirada interior para ver nuevas todas las cosas como Jesús nos enseñó.» Javier Rojas, SJ. 

Oración: Madre, danos la fuerza para ofrecer el perdón a quienes hemos ofendido y para recibir el perdón de quienes hemos herido. Que sepamos descubrir en ese gesto que tu Hijo nos enseñó, la manera de vivir que el Padre quiere para nosotros. Abre nuestro corazón al perdón y nuestra mente a la luz, para apreciar todo con ojos nuevos.

Padrenuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Inmaculada Virgen María, Madre de los milagros y del consuelo. Venimos a tus pies, confiado en tu amor infinito, a que nos ayudes a «ver nuevas todas las cosas» como enseñaste a tu Hijo Jesús. Te damos gracias por los favores que concedes a cuantos recurren a tu intercesión; por el consuelo que das a tantas familias que piden tu protección, por los tantos enfermos que se han sentido cuidados y sanados por tu ternura, al solo contacto con los algodones tocados con tu sudor milagroso.
Te pedimos, que nos ayudes a (se pide la gracia que se quiera alcanzar) y a abandonarnos en Dios como vos lo hiciste a sus designios. Madre de los Milagros, vos que siempre tuviste puesta tu fe en el plan de Dios, ayúdanos a confiar en sus caminos.

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