Santos Felipe y Santiago, apóstoles. (F). Rojo. Patronos de Uruguay.
Breve 1Cor 15, 1-8. 11; Sal 18, 2-5ab.
Evangelio según San Juan 14, 6-14
la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre ¿cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí, hará también las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré”.
Se apareció primero a María, su Madre
Quizás el viaje más importante de nuestra vida sea aquel que nos plantea el camino hacia el Resucitado. San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, propone contemplar la primera aparición del Señor resucitado que fue a María, su madre. “Primero: apareció a la Virgen María, lo cual, aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, en decir que apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos entendimiento”.
Hoy queremos proponerles pedir la gracia de imaginarnos allí presentes, y por eso, tomando esta certeza que plantea Ignacio, los invitamos a observar con el corazón cómo creen que fue ese momento.
Contempla el encuentro de la Madre con su Hijo. No hay nada escrito, hay un lugar disponible para que vos veas con tu corazón. Pensa que María, como toda madre, seguro lloró al ver a su hijo sufriendo, muriendo, cargando con cruces ajenas, pero así y todo permaneció allí a los pies de Jesús, ella no podía más de tristeza pero su Fe fue más fuerte. Cuando Cristo finalmente murió, ¿Qué habrá hecho? ¿Te lo imaginas?
«Se sintió morir pero su Fe permaneció, y amó a pesar de que todo se oscureció».(1) Sí, Amó, con fuerzas, sin dudas y con tanta esperanza que Jesús se le apareció primero. Ella entendió el mensaje de la Pascua antes que nadie y por eso Cristo le regaló su presencia. ¿Cómo habrá sido ese encuentro? Quizás hubo un abrazo cargado de certezas y dudas por igual, de amor, de entrega infinita y de más amor aún. Imagina sus rostros. ¿María habrá tenido lágrimas de alegría y una sonrisa iluminando su cara? ¿Jesús estaba feliz, dichoso por volver a verla? Él dejó en claro que el Amor todo lo puede, y por eso su Madre fue la primera en encontrarse con el resucitado, porque no se dejó llevar por lo malo, sino que renació con su Hijo y se dejó transformar.
La confianza en una promesa que se cumple, el gozo y la alegría han dejado atrás el llanto de la pérdida y la agonía del dolor y han transformado eso en esperanza, porque existe una certeza más grande que todo y todos: la Vida misma no se puede detener. Cristo se le aparece a María, su madre, igual que se nos aparece a nosotros hoy, para acompañarnos, consolarnos. Y nos invita a vivir hondamente ese gozo. Teniendo en cuenta que nos es más fácil refugiarnos en el dolor que permanecer en la dicha. Y es allí donde el Resucitado aparece con este don. La felicidad de saberlo vivo, es lo que hace que María no se guarde en la tristeza ni en la desolación, sino que le permite esperar con Fe y Esperanza a su hijo amado y dejar abierto el corazón a Dios.
Creer en la Resurrección es creer en nuevos sueños. Abrir nuestra vida a otra perspectiva, a un plan nuevo que Dios tiene para nosotros. Creer en el Resucitado es creer en lo que Dios sueña con nosotros. Y María es el modelo de Fe y entrega más cercano y cariñoso que tenemos para aprender a seguir esos caminos que el Señor va entretejiendo.
María es quien nos invita a ser testigos de esperanza. A vivir plenamente la alegría del que Vive. Como dice Descalzo, ¿Por qué los creyentes no perseguimos al mundo con la alegría del tercer día? Cristianos, ¿que hicieron con el gozo que les di el día de la Resurrección? Y es precisamente nuestra Madre la que nos invita a no dejar aplastar, con los viejos miedos, a la Vida nueva que nos sale al encuentro. Jesús, con este gesto de aparecerse a su Madre declara su total ternura. La ternura es el gesto de amor que no está en el contrato. Es un gesto que no esperamos, y por eso nos desarma. Ese gesto que traspasó el corazón de María, hoy quiere desarmar el nuestro también y así invitarnos a dejarnos amar por Él.
Este es el camino de María hacia el Resucitado. Ya lo conocemos. Pero hay un camino que no esta escrito aún, es tú camino, mi camino. ¿Por qué caminos va hoy mi corazón? ¿Se deja encontrar por el gozo que invadió a María al ver a su Hijo? Ojalá tu corazón y el mío estén en este último camino, sólo así serán unas ¡felices pascuas! Pidamos la gracia de que, si nuestra vida fuera una peregrinación, nuestra meta sea Cristo Resucitado.
Novena a Nuestra Señora de los Milagros: «Madre,ayúdanos a ver nuevas todas las cosas en Cristo».
Día 4: alegría
«No hay alegría más genuina, fresca y pura que la que se dibuja en el rostro de quien se siente amado gratuitamente. Amar nos hace sonreír y nos llena el corazón de esperanza. La persona que está enamorada vive alegre, sonríe con facilidad porque no puede expresar de otra manera el amor que siente. La alegría nos pone en acción, nos hace soñar lo imposible, nos hace perder el miedo a amar, nos impulsa a salir de nosotros mismos para encontrarnos
con los demás. La alegría es la revolución del alma enamorada.
Muchas veces perdemos la alegría porque nos encerramos en nosotros mismos, en nuestros problemas y cavilaciones. En esos momentos, necesitamos recurrir al Amor eterno que nos ama de manera personal y gratuita. La alegría es la actitud de los discípulos del Resucitado.» Javier Rojas, SJ.
Oración: Madre, enséñanos a sonreír, ante lo que no podemos explicar ni comprender y a confiar en Aquel de quien nos hemos fiado. Que sepamos saborear la alegría que nace de la fe en la resurrección y contemplar la mano de Dios en todo lo que vivimos. Despierta, Madre, nuestros sentidos para ver nueva todas las cosas.
Padrenuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Inmaculada Virgen María, Madre de los milagros y del consuelo. Venimos a tus pies, confiado en tu amor infinito, a que nos ayudes a «ver nuevas todas las cosas» como enseñaste a tu Hijo Jesús. Te damos gracias por los favores que concedes a cuantos recurren a tu intercesión; por el consuelo que das a tantas familias que piden tu protección, por los tantos enfermos que se han sentido cuidados y sanados por tu ternura, al solo contacto con los algodones tocados con tu sudor milagroso.
Te pedimos, que nos ayudes a (se pide la gracia que se quiera alcanzar) y a abandonarnos en Dios como vos lo hiciste a sus designios. Madre de los Milagros, vos que siempre tuviste puesta tu fe en el plan de Dios, ayúdanos a confiar en sus caminos.