A veces lo mitificamos un poco. Mitificamos el amor como algo que, sorpresivamente, llega, como caído del cielo. En realidad no podemos exigirlo ni forzarlo. No podemos comprarlo ni obligar a nadie a correspondernos. Lo único que está a nuestro alcance es amar (y, quizás, en el camino, hacernos amables). A nuestro alcance está abrir las puertas e invitar a los otros a entrar en nuestra vida. Salir a los caminos para estar asequibles a otras vidas –y no aislados en murallas que nos hacen inasequibles–. Lo que está en nuestra mano es construir, con nuestras obras, nuestra palabra y nuestra vida, espacios donde los otros puedan sentirse en casa.
Pastoral SJ.